martes, 26 de diciembre de 2017

#MeToo yo también sufrí abusos sexuales

Las historias de abusos sexuales que están saliendo a la luz demuestran como se trata de un problema de dimensiones muy superiores a lo que podríamos haber imaginado. Ya sea en el ámbito del trabajo, de la familia, de la Iglesia Católica, somos muchas las personas que hemos sufrido abusos sexuales. Algo que puede dejar secuelas durante largas décadas.
En el caso de los abusos sexuales en el ámbito de la familia se trata de secretos inconfesables aunque con frecuencia conocidos. Si la víctima de los abusos decide hablar lo habitual es que sea culpabilizada por la familia, pues se considera mucho más grave dar a conocer los abusos incestuosos que el mismo hecho de que se hayan producido.
En mi caso jamás hubo ninguna violencia, se trataba de un juego excitante en un momento en el que yo estaba empezando a descubrir mi sexualidad, en torno a los doce años. Mi hermano, diez años mayor que yo, empezó a toquetearme cuando yo tenía ocho años y nos duchábamos juntos al volver de la playa en verano. El descubrió que no descapullaba bien y en consecuencia fui operado de fimosis.
Pocos años más tarde jugaba conmigo, yo me hacía el dormido y el me desnudaba, también decía que me sofronizaba. No se cuanto tiempo duraron estos juegos. Lo que si recuerdo perfectamente es el día en que eyaculé por primera vez en mi vida cuando él me hizo una paja. Me resultó desagradable y le dije que no pensaba que fuera a dedicarle mucho tiempo a esa actividad. Obviamnete estaba equivocado. Siguieron muchos encuentros sexuales con mi admirado hermano mayor. Él era para mí una especie de héroe, alguien a quien seguir, un referente en todos los sentidos. Yo le quería como es lógico, el contacto físico con él era a  un mismo tiempo excitante y repulsivo. No me gustaba su olor, ni su vello, ni su sudor. Con él aprendí algo terrible que tardé muchas décadas en superar: la idea de que podía tener relaciones sexuales con personas que no me resultaran atractivas. Calculo que tendría 16 o 17 años cuando puse fin a nuestras relaciones negándome a volver a tener sexo con él. Pero durante décadas le justifiqué y disculpé. Le decía que no me había condicionado, que yo había tomado mis decisiones libremente. Nada más lejos de la realidad. He sufrido más de cuarenta años las consecuencias de mi iniciación sexual. He seguido terapias de muchos tipos. La más efectiva una doctora en Psiquiatría del Hospital La Paz, cuando ya había cumplido los 50 años. Ella me ayudó a verbalizar y reconocer que mi iniciación sexual no fue algo aceptado libremente por mí sino abusos sexuales. No es necesario que exista violencia para que las relaciones entre un adulto y un menor puedan ser calificadas como abusos. Obviamente cuando existe además violencia es algo mucho más grave y traumático. Pero un menor que empieza a conocer su sexualidad no está en condiciones de consentir libremente. Yo desde luego no lo estaba. Mi hermano se aprovechó de su situación de poder, de su enorme influencia en mí para dar satisfacción a sus deseos. Jamás me pidió disculpas. Jamás me explicó qué le hizo comportarse de ese modo, aunque siempre sospeché que probablemente también él había sufrido abusos sexuales, seguramente con algún sacerdote cuando estuvo el el seminario. Jamás me facilitó ninguna herramienta para entender y asimilar mi propia historia, ninguna reparación, ninguna terapìa.
No era ningún monstruo, me consta que me quería, que le preocupaban mis problemas, pero cuanto más intentaba ayudarme más me perjudicaba.
Como muchos hombres de la época, él ocultó su homosexualidad y se casó con una mujer con la que según me explicaría más tarde, mantenía una "relación muy intelectual". A mí me pareció que aquello era pura hipocresía con el fin de lograr un ascenso social. Si él no era capaz de vivir de acuerdo con sus deseos yo sí lo haría. Bastaba que él me recomendara algo para que yo decidiera lo contrario. Fueron años dificiles. Las relaciones incestuosas con mi hermano condicionaron toda mi vida, sexual, emocional, intelectual. Yo acepté la relación con un hombre mayor al que, al igual que ocurrió con mi hermano, admiraba por sus valores y repudiaba físicamente. Mi hermano no fue el culpable de que yo inicara esta relación que duró varias décadas, pero sí condicionó mi capacidad para discernir y decidir libremente.
Han pasado muchos años, todavía sigo yendo a terapìa. He perdido a mis hermanas y a la mayoría de mis sobrinos. Fuí estigmatizado por la familia por el hecho de denunciar al ilustre Doctor en Psicología que abusó de mí cuando a penas era un adolescente.
Hay quienes defienden la Pederastia, algunas personas y colectivos en el movimiento por los derechos homosexuales han defendido en el pasado la pedofilía. No es mi caso. Tal vez en otro tipo de sociedad pueda tener sentido el llamado amor griego. Podemos debatir cual debe ser la edad legal para el consentimiento sexual, obviamente puede haber personas menores de esa edad límite para el consentimiento sexual con la madurez necesaria para asumir la relación con un adulto, si, también lo contrario, personas mayores de esa edad límite que sin embargo no tengan la madurez necesaria. En mi caso, con doce años, desconociendolo todo del sexo no estaba preparado para mantener relaciones con un adulto. Hacerlo fue devastador para mi vida y me hizo muy desgraciado durante cerca de cuarenta años, aunque también tuviera motivos para ser feliz.
Ninguna persona debería nunca aprovecharse de su situación de poder para satisfacer sus bajas pasiones sin tener en cuenta el daño que puede ocasionar a su víctima.
No es aceptable y debe ser denunciado por muchos años que hayan pasado.
Me too, yo también sufrí abusos sexuales.

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